Méndez Núñez 2, 4-2, 43004 Tarragona

WhatsApp, Tel: (+34) 699 434 904

email: info@nova-advocats.com

no quiero pagar

Vaya por delante que simpatizo y mucho con esta campaña, que lucha contra la imposición de por vida de unos peajes eternos y obligatorios, pues la alternativa de circular en condiciones por la N-340 no es viable para según qué tramos ni por a trayectos de medio y largo recorrido y por otra parte, las autovías sólo ocupan un insignificante porcentaje del eje viario catalán que hace que sean meras anécdotas.

 

Cuestión distinta será la repercusión que pueda tener el hecho intimidatorio de las denuncias que se puedan tramitar en lo sucesivo, aunque parece que no existe ninguna disposición que obligue a pagar en un área de peaje, por lo que no se cumpliría uno de los principios básicos del derecho sancionador, que no es otro que el principio de tipicidad. Otra duda que me suscita la viabilidad de estas denuncias es la correcta identificación del conductor, pues el personal de las concesionarias sólo toman los datos de las placas de matrícula, y, tratándose de un denunciante que no es agente autoridad competente, también veo difícil que puedan acreditar, al no contar con la presunción de veracidad de las actas de los agentes, la presencia del automóvil en ese lugar y momento concretos, salvo que aporten fotografías o vídeos que puedan dar completa fe de estas circunstancias. En cualquier caso, no lo dude que seremos muchos los abogados que pondremos todos los inconvenientes para que no prosperen las advertidas sanciones por venir.

 

Sin embargo, no es lo único que no quiero pagar, tampoco quiero pagar las nuevas tasas que nos están imponiendo en la sanidad, la justicia y la educación y, sobre todo, las comisiones, más que onerosas, que se sacan del sombrero las entidades bancarias, incluso para efectuar ingresos. Del mismo modo no quiero pagar el incremento artificioso que está sufriendo desde hace años el precio del combustible, hinchado por motivos geopolíticos que benefician a sólo unos pocos así como por los impuestos indirectos, obligando a más de uno a utilizar el transporte público o compartir coche (no hay daño que por bien no venga). En este sentido, parece que cada vez más se están alejando más de dos corrientes que he observado que tienen lugar en la economía a nivel de consumidor. Por un lado, se nos está apretando para pagar por servicios de los que venimos disfrutando desde hace décadas y que se habían considerado derechos adquiridos o, incluso, esenciales, y por otro, existe una economía de la rebaja, del outlet, de los descuentos para grupos, del 2x1, de los mensajes y aplicaciones gratuitos, del acceso ilimitado a la información, a la reproducción de música, libros, series o películas. Por eso siento como si volviéramos a los orígenes de la civilización contemporánea, cuando la gente luchaba por sobrevivir y salir adelante y el resto no era más que un regalo.

 

Desgraciadamente, tardaremos poco en cambiar los principios de nuestra sociedad y valorar, como entonces, que hay que luchar por lo que realmente importa (salud, educación y trabajo) -y que ya, quizás, nunca más vendrá dado- mientras que, por otra parte, todo lo que es accesorio, moda, diversión o ocio y que no estaba al alcance de todos, se acabará universalizando a precios realmente asequibles.

¡El mundo del revés!

sálvame

Así rezaba el estribillo de una inefable canción que perpetró, entonces, Bibi Andersen poco después de la época del “destape” y que, desgraciadamente por nuestros oídos y por las consecuencias que ha tenido, ha acabado sirviendo como música de cabecera de otra aberración, el lamentable magazine que lleva el mismo nombre. De hecho, "¡Sálvame!" es la primera expresión que me viene a la cabeza cuando en alguna ocasión he tenido la desagradable sorpresa de cruzarme entre el dial de la televisión o en un zapping algún extracto de este programa, en el que, después de hacer las paces con La Pantoja y fichar a La Princesa del Pueblo (la innumerable Belén Esteban) y haber descuartizado a la familia Jurado al completo, sólo les ha quedado auto-devorarse y, en algunas ocasiones, inmolarse en directo. Patético.

 

Sin embargo, la existencia de este horror no es más que un reflejo -no me atrevo a decir que fiel- pero en todo caso reflejo, del que estamos viviendo y sufriendo a día de hoy.

¿Qué es, si no, lo que está suplicando a España a los mercados internacionales, al Banco Central Europeo o Frau Merckel? ¿Y qué está exigiendo Cataluña respecto a la situación que vive frente a España? Y no lo claman al cielo a diario los cinco millones de parados o todos aquellos que luchan por salir, pero ¿no les ayudan las circunstancias? Y, mientras cada uno suplica salvación, ¿qué hacen? Pues fustigar a los de más abajo, a los indefensos. España aprieta a Cataluña, Cataluña aprieta a sus ciudadanos y sus ciudadanos, pobres, se aprietan el cinturón, que no les queda otra.

 

En esta coyuntura, en la que es casi imposible encontrar buenas noticias en los periódicos y telediarios, la única salvación es sacar jugo de las pequeñas cosas del día a día y disfrutar de esos momentos de recreo que se te presentan, quizá sea por eso que, a pesar de la crisis, las terrazas están llenas, los festivales de música y teatro están a reventar, y la gente sigue con avidez los partidos de fútbol, ​​abstrayéndose, así, de las cabeceras que les preocupan. De hecho, dicen que Rajoy está rezando para que la selección española de fútbol gane la Eurocopa y compensar, al menos un poco, el impacto del inevitable rescate que se nos acerca. No deja de ser la versión actual de lo que ya hacían los emperadores romanos hace dos mil años, si bien lo del “pan, circo y vino” ahora se ha quedado en circo y vino, ambos imprescindibles para olvidar las penas con la barriga vacía.

independencia

Ésta es la palabra que últimamente está en boca de todos. Se habla en el bar, en casa, en el trabajo, en los parlamentos, en la prensa e, incluso, en los campos de fútbol, ​​escuelas y hospitales. Unos están a favor, otros en contra, unos no lo tienen claro y algunos se dejarán guiar por el sentimiento mayoritario, aceptando democráticamente la voluntad de la mayoría. Ahora bien, el valor que representa esta palabra es muy grande, enorme y trasciende cualquier consideración política o social del término. La Independencia significa Libertad, la Libertad, en este caso, respecto a la subordinación a un poder mayor. Por otra parte, Independencia también significa entereza, firmeza de carácter. Así pues, mi opinión es que en el sentido amplio del término, más allá del terreno político, la Independencia es un valor altamente positivo, necesario e incluso irrenunciable para el individuo.

 

Con todos mis respetos, que una persona no quiera ser independiente la convierte en cobarde y pusilánime, significa que no tiene suficiente fuerza, valor, coraje, pasión o ilusión para ser sí misma, para convertirse en alguien mejor, más libre, y se resigna a entregarse al devenir de las circunstancias y voluntades ajenas durante toda su existencia, sin conciencia propia ni poder de decisión. Muy triste, pues hemos venido a este mundo a ser alguien, a dejar huella, a hacerlo mejor o, en cualquier caso, a ser felices sin más y dudo que se puedan cumplir estas expectativas vitales partiendo de la dependencia de otro , sobre todo si de una forma u otra te oprime o te limita tus potencialidades y anhelos.

 

Alcanzar la Independencia, personal, laboral, política o, de cualquier tipo, sólo hace que producir un cambio de estado a mejor, aumenta la autoconciencia, multiplica la autoestima, estimula la creatividad, regenera las relaciones, y, a pesar de la responsabilidad y el poder que se te otorga, todo adquiere una nueva perspectiva, como si de un renacimiento se tratara y, de forma maravillosa, la vida te da una nueva oportunidad para que pruebes de ser lo que realmente quieres ser y, una vez conseguido o en el camino de hacerlo, un mundo de oportunidades se abre ante ti y ningún obstáculo, por insalvable que pueda parecer, es capaz de hacerte arrepentir del camino que emprendiste y es así simplemente porque te sientes libre y esto … esto no tiene precio, por lo que es un camino de no retorno.

 

No tenga miedo, pues, libérese, sea usted y mande su vida. Sea independiente.

la mentira

Todo el mundo dice mentiras, de hecho, es inevitable. Las mentiras son de muchos tipos y cada uno ya tiene mentalmente configuradas sus diversas categorías, encuadrándolas, una vez las dice, dentro de una u otra tipología para auto-justificarse. Ahora bien, hay algunos tipos de mentiras que no deberían decirse, salvo caso de extrema necesidad, si bien el problema se encuentra cuando alguien abusa de esta excusa y a base de reincidir acaba acostumbrándose a su resultado y las utiliza en su día a día, convirtiéndose en un verdadero mentiroso.

 

De mentirosos profesionales a todos nos vienen a la cabeza, de entrada, los políticos. Unos emplean la teoría de las medias verdades o de la ocultación y otros ya directamente recurren a la mentira más absoluta. No hay más que recordar los famosos “hilillos de plastilina” del Prestige o “los brotes verdes” de la economía española. La otra gran mentira actual es señalar a los ciudadanos y las pequeñas administraciones como principales culpables de la crisis económica y financiera, ocultando los verdaderos intereses macro-económicos que hay detrás de todo.

 

Otros mienten con el ánimo de generar un ambiente hostil frente a otro o directamente por interés propio, utilizando los medios de comunicación para manipular las emociones de las afecciones, del sistema arbitral o de los deportistas, y otros mienten sus seguidores, patrocinadores e, incluso, su propia salud, como es el caso de Lance Armstrong, máximo exponente del cinismo y de la hipocresía que reina en uno de los deportes más fustigados por la mentira a causa del doping. De Pepe, del Real Madrid, no hace falta ni hablar, porque ya nadie se le cree, pues es el paradigma del Pinocho actual en el mundo del deporte.

 

Pero, fuera de mentiras históricas y mentirosos más o menos mediáticos, es necesario que cada uno mire adentro y reflexione sobre qué grado de sinceridad y honestidad ha venido llevando durante su vida o, al menos, que haga la prueba durante un par de días, y analice si es capaz de sólo decir verdades. Seguramente se me haremos cruces y veremos cómo la mentira es básica para nuestra subsistencia, sobre todo social y, en muchos casos, mental, pues más de uno, y no son pocos, al primero al que mienten es a uno mismo y aquí está la clave de la cuestión.

 

Por eso no os diré que no mentid, aunque os aseguro que mentir menos es posible. Basta con saber decir las cosas y no tener miedo a expresar lo que uno piensa, siempre dicho con respeto, educación y sensibilidad. Sin embargo, como difícilmente nadie cambiará a estas alturas de la película, al menos, hágase un favor...

Nunca se mienta a si mismo.

dónde está el límite

El sábado corrí una carrera de 10km. La próxima será la Media Maratón de Tarragona, que recorre una distancia de 21 kilómetros y 97 metros, y ya será la tercera en la que participe. Hace menos de dos años, si me lo cuentan, no me lo habría creído, pues no me gustaba correr. Lo encontraba muy cansado y, además, cada vez te alejabas más del punto al que debías devolver, circunstancia bastante preocupante. Al menos, esa era la sensación que tenía entonces.

 

Sin embargo, de una u otra manera me vi inmerso en la práctica de este deporte tan primitivo, como es mover las piernas de forma coordinada y acelerada hacia delante, si bien con el mérito de no sentir el miedo a ningún depredador detrás de mí que me estimulara a seguir adelante y no parar hasta sentirme a salvo.

Además, a medida que corría más y más la sensación de cansancio, lejanía, soledad o aburrimiento, a pesar de que en ocasiones pudiera aparecer durante la marcha, era compensada al acabar por otra sensación mucho más intensa y agradable, mezclada a la vez con un agotamiento paradójicamente reconfortante que generaba la secreción de endorfinas. Partiendo de esta gratificación, acompañada del bienestar y mejora de condiciones físicas, miles y miles de “jóvenes adultos”, bautizados como “runners”, venidos de todas partes, se multiplican y acumulan en multitud de eventos que tienen lugar cada fin de semana repartidos por toda nuestra geografía y más allá con el objetivo de superar sus marcas anteriores.

 

Ahora bien, lo sorprendente es que suele llegar un punto en el que buena parte de estos corredores, sin quererlo, se encuentran en la imperiosa necesidad de pasar a una nueva fase, que es la de bien recorrer más distancia, pero en condiciones más duras o combinando deportes, minusvalorando el reto recientemente superado.

Esta necesidad de auto-superación y de conocer los límites de nuestro cuerpo y mente está dando lugar a la aparición de verdaderos eventos deportivos más propios de la tortura que del ocio, pues a día de hoy, muchos ya no tienen suficiente con maratones y participan en ultra-maratones (de 100 o más kilómetros), interminables carreras de fondo por montaña, duatlones y triatlones de todos los tamaños y características o bien las míticas pruebas Ironman, reservadas para aquellos que nunca tuvieron suficiente y que, a fuerza de superarse a sí mismos, literalmente enloquecen con el objetivo de saber cuándo no podrán más, porque, si superan la prueba, se plantearán, sin duda, una más dificultosa.

 

Así pues, una vez alcanzado el límite, ¿entonces qué? Pues, lamentablemente, estos insaciables súperhombres y súpermujeres se encontrarán de nuevo con la vida real y cada mañana, cuando se levanten, estarán condenados a buscar un nuevo reto que les haga sentir bien. Es por ello, para no vivir en un reto constante tras una zanahoria que nos motive a salir adelante, que os invito a disfrutar de los logros ya alcanzados, si bien en la vida real, la única carrera que sí tenemos que ganar.

la gran maldad

La maldad, tal y como se encuentra definida en el diccionario, es la determinación de la voluntad por hacer el mal, el carácter propio de lo que se hace con la intención de perjudicar a alguien, de destruir algo. Es un acto que resulta, pues, destructivo, injusto o incorrecto. Por otra parte, no deja de ser una condición eminentemente humana, que se caracteriza como negativa e indica la ausencia de moral, bondad, caridad o cariño natural por el entorno y quien nos rodea.

 

Seguro que el origen se encuentra en que el ser humano es débil ante determinadas circunstancias de la vida y tiende a obtener lo que necesita o evitar lo que rechaza o le da miedo de la forma más fácil que, a menudo, es bajo la forma de actos injustos, incorrectos o destructivos. En este sentido, actos cotidianos de maldad pueden llegar a entenderse, aunque no se perdonen. Sin embargo, nada justifica que cada día muera gente en guerras, víctimas de agresiones, de injustas condenas, o que otros lloren de desesperación porque carecen de toda libertad, porque no tienen nada que comer ni cubrirse cuando hace frío mientras que otros se enriquecen a su cargo, sin ningún tipo de miramiento.

 

A veces parece que sólo exista la maldad de aquél que tenemos delante y actúa causando dolor, como el que te maltrata, lesiona, estafa o calumnia, y lo puedes identificar, pero debemos tener presente que también hay una maldad política, económica y geo-estratégica que es la que sufrimos día a día, la que, durante siglos y siglos, ha causado por todas partes los mayores horrores mediante invasiones, guerras, genocidios étnicos, religiosos o, como, por ejemplo, sociales, excluyendo de una vida digna miles millones de personas.

 

Históricamente, al frente de aquella maldad había habido señores feudales, emperadores, reyes, "grandes conquistadores" o la propia Iglesia. Ya en la época contemporánea se sumó la nobleza, la alta burguesía, y más tarde militares, dictadores y líderes sectarios o revolucionarios sin escrúpulos, y, más recientemente, los intereses de las grandes empresas farmacéuticas y energéticas, traficantes de droga, de blancas y armas, los especuladores del sector de la bolsa o el agro-alimentario y el sistema bancario y financiero.

 

Una conclusión fácil y, tal vez, demagógica, pero no por ello carente de realidad, sería que en las últimas épocas la gran fuente del mal reside en lo que se conoce como “libre mercado” y en los grandes beneficios que éste produce a quien posee el poder y lo manipula a su voluntad, a pesar de los terribles perjuicios que esto provoca en ingentes masas de población. Así pues, si deseamos un mundo mejor, ¿no cree que deberíamos cambiar los valores que rigen este mercado? Ahora tenemos la oportunidad. Por eso es necesario que todos juntos, dentro de nuestras posibilidades, actuemos con criterio para conseguirlo, ya sea premiando aquellas empresas, comercios u organizaciones que hacen prevalecer el respeto a los derechos humanos, civiles y económicos, o bien arrinconando a aquellos otros que el lucro está por encima del bien e, incluso, por qué no decirlo, del mal.

la mujer

Desde el 25 de octubre al 13 de enero de 2013 podemos disfrutar en el Refugio no 2 del Muelle de Costa de Tarragona de “Ser mujer. Hoy”, un merecido homenaje impulsado por la Fundación Dexeus, que busca mostrar al mundo en forma de exposición cómo son las mujeres, cuál es su camino y cuál es su fuerza, como prueba de su capacidad de adaptación a los cambios y asunción de retos más que destacables.

 

La mujer es la razón de ser de todos nosotros, nuestro origen y esencia, nuestra Madre. De hecho, sin la mujer no hubiera habido Humanidad. Por eso, como tal, de entrada, debe ser objeto de respeto y veneración. Sin embargo, y pese a ostentar un poder sobrenatural para gobernar las vidas y emociones de todos los hombres, esclavos de nuestros instintos y deseosos de su sensualidad y sus frutos, la Mujer desde los inicios de la civilización renunció a su papel predominante en favor del hombre, quien hasta el día de hoy no ha sabido valorarla en su justa medida y la ha maltratado, aunque, paradójicamente, ha sido objeto de las más bellas obras de arte, poesías y canciones que nunca se han hecho.

 

Sin embargo, no le basta a la Mujer con tener que luchar en mayor o menor grado contra el machismo omnipresente sino también contra las exigencias de una sociedad estresante y las suyas propias. En este sentido, a la Mujer no sólo se le impone ser madre, -mágico evento que debería ser un derecho y no un deber-, sino también ser la mejor esposa, una gran amante, y fuera de casa lucir una belleza eterna y /o una atractiva apariencia -causa de cirugías, trastornos alimenticios, graves déficits de autoestima o, incluso, de depresiones- y, al mismo tiempo, esforzarse el doble en el trabajo para ser reconocida como lo sería si su sexo fuera el masculino.

 

Pero, si con todo esto no fuera suficiente, también ella misma, víctima de su inocencia, se empeña en querer encontrar a su Príncipe Azul, el hombre y pareja ideal, padre de sus hijos y guardián de su hogar, pero no sabe que sólo era un cuento, que todos somos sapos, con más o menos virtudes, y que nuestro nivel de exigencia está a años luz del suyo, por lo que difícilmente, ya diferencia de ella, nunca podremos darles la felicidad absoluta. Sin embargo, ya pesar de todos los estereotipos y prejuicios que conforman la guerra de sexos en la que vivimos, sirva este escrito como un pequeño homenaje a la Mujer a la vez que les doy las gracias por existir.

salud amor y dinero

Salud, amor y dinero. Esto es lo que se dice que todo el mundo desea, si bien unos alteran su orden según sus valores y conveniencias y priorizan el amor o el dinero por encima de la salud. Para mí, indiscutiblemente la salud es lo primero, aunque cuando uno mismo y quienes lo rodean pueden disfrutar es cuando, precisamente, menos se valora. Lo que nadie puede discutir es que cuando nos falta la salud, amor y dinero pasan a un segundo plano y, en ocasiones, según la situación de debilidad, uno y otro se alternan, pues en algunos casos el enfermo precisa más amor que nunca y, en otros, más dinero para hacer frente a los gastos de la enfermedad.

 

Sin embargo, lo más irónico de nuestras vidas es que millones de personas día tras día se dejan la salud por dinero, por unos trabajos que les proporcionarán un bien que les es preciado pero que, al mismo tiempo, puede estropear uno que lo es más y , no es necesario pensar en trabajos físicos que pueden provocar accidentes o enfermedades laborales, sino en el propio estrés psicológico que muchos otros trabajos conllevan, con el riesgo de generar enfermedades psicosomáticas o depresiones, la verdadera plaga de los tiempos que vivimos. Por otra parte, mucha gente, por ambición desmedida, por la necesidad de realizarse profesionalmente, disfrutar de cierta reputación o simplemente por miedo a perder su puesto de trabajo y ver alterado su estatus se están perdiendo a diario horas y horas del amor de sus seres queridos, ya sea la pareja o, sobre todo los hijos, o incluso otros familiares y amigos, que han quedado arrinconados en su vida, pues el trabajo les es más importante. Y, paradójicamente, es cuando falta la salud que se puede dar el caso de que se eche de menos el amor de quienes decías querer, pues ves que no está toda la familia lo suficiente a tu lado y/o tienes menos amigos de los que creías, pues quizás cuando vivías por el dinero no regaste suficientemente el amor de unos y la verdadera amistad de otros. Es por eso que la salud gana por goleada y el amor no le está demasiado detrás, pero el dinero y todo lo que conllevan, salvo excepciones -que, desgraciadamente está lleno-, siendo una finalidad para muchísima gente, no son que la principal causa de pérdida de salud y de amor.

 

En consecuencia, es necesario reconsiderar cómo estamos actuando en nuestro día a día en nuestras vidas y comprobar si coincide con el orden de prioridades vitales que realmente queremos o necesitamos. Si no lo hacemos y no reaccionamos se podría dar el caso de que algún día -esperamos que no- nos demos cuenta, demasiado tarde, que nos equivocamos y vivimos al revés de lo que realmente y en el fondo necesitábamos.

Colaboramos con:

Méndez Núñez 2, 4-2, 43004 Tarragona

WhatsApp, Tel: (+34) 699 434 904

email: info@nova-advocats.com

Nova Advocats | © Copyright 2023

Todos los derechos reservados