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pobres pobres

Ya no ahora, sino de siempre, yendo por la calle nos hemos cruzado con personas que, con demasiada frecuencia, se están en el suelo o de rodillas y que nos piden dinero, ayuda, comida o, de forma genérica, caridad. Unos se te acercan, otros, ya cansados, ni se mueven. En ocasiones son amables y en ocasiones no son muy agradables. A veces, van con animalitos que les acompañan y otras se acompañan con un tetrabrik de vino barato o de cerveza. Algunos llevan un cartelito de cartón con faltas de ortografía y otros tocan la flauta. Unos son exageradamente jóvenes y otros aparentan una edad muy superior a la que realmente tendrán, maltratados por la vida y las inclemencias de vivir a la intemperie. Unos van pulidos y otros simplemente no pueden o han perdido ya la conciencia de su propia imagen y dignidad. Muchos de los que vemos son de aquí pero otros muchos están de paso, pero todos, todos, seguro que no se alegran nada de verse a sí mismos en esta situación.

 

Sin embargo, y empezando por un servidor, lamentablemente nos hemos vuelto insensibles. Nos hemos creado mil y un prejuicios para justificarnos a nosotros mismos cuando los obviamos, no les aguantamos la mirada o les decimos que no llevamos “suelto”. A veces, a pesar de colaboro económicamente con alguna ONG de ayuda a los necesitados, pienso y me fustigo en mi interior por no haber querido saber nada de aquella persona que me pide con voz baja y temblorosa un poco de ayuda, alguien como yo pero que aquí y ahora se encuentra en situación de necesidad, más allá de los motivos y las culpas/responsabilidades que le han traído. De hecho, cada vez que gente como yo no nos detenemos, no nos preocupamos por los necesitados, no les prestamos ni cinco segundos de nuestro tiempo ni cinco céntimos de nuestros bolsillos, nos hacemos partícipes de una sociedad peor, egoísta e insensible.

 

Lo mismo ocurre con nuestros políticos, que miran las preocupaciones y traumas de la ciudadanía con distancia, displicencia, como si no fuera con ellos, como si lo que tenemos y nos pasa fuera porque nosotros nos lo hemos buscado o porque no sabemos más , a diferencia de ellos que no comparten los mismos problemas, parece ser.

 

Así pues, en mi modesta opinión creo que si queremos que quienes nos gobiernan sean más sensibles debemos empezar por dar ejemplo nosotros mismos, siendo solidarios. Y a aquellos voluntarios que dan parte de su tiempo a los necesitados sólo alentarlos para seguir adelante, pues su ejemplo todavía nos hace creer en la bondad humana.

qué es la ley de la segunda oportunidad

La conocida como Ley de la Segunda Oportunidad (LSO) es en realidad la Ley 25/2015, de 28 de julio, de mecanismo de segunda oportunidad, reducción de la carga financiera y otras medidas de orden social.

 

Bajo este nombre lo que se pretende es que una persona física o jurídica, a pesar de haber sufrido un fracaso económico empresarial o personal, debido -por ejemplo- a un sobre-endeudamiento, tenga la posibilidad de encauzar nuevamente su vida e, incluso sin embargo, de arriesgarse a nuevas iniciativas, sin tener que sufrir indefinidamente el peso de una losa de deuda que nunca podrá satisfacer.

 

Así pues, gracias al mecanismo establecido por la LSO personas y/o familias que sufren para llegar a fin de mes o, incluso, que ya se encuentran en situación de impago o imposibilidad de cubrir tanto las deudas como, también a menudo, los gastos ordinarios, se puede empezar de nuevo y renacer civilmente en el ámbito económico y financiero. Es decir, y aunque parezca increíble, volver a empezar, literalmente, SIN DEUDAS.

 

En este sentido, la LSO dispone un proceso que tiene varias fases y que finaliza en un concurso de acreedores expreso en los Juzgados de Primera Instancia o bien el Juzgado de lo Mercantil del domicilio del deudor, en caso de que se trate de persona física no empresaria o jurídica y empresaria, respectivamente.

 

La fase inicial así como todo el proceso requiere la ayuda de un profesional especialidad en la materia, quien tendrá que analizar la situación económica y jurídica del deudor así como de su unidad familiar y valorará si su caso cumple los requisitos que la LSO exige. Si es así, se empezará con la confección de un expediente, siguiendo los estrictos términos de la ley, y que deberá presentarse ante el Notario o Registrador mercantil de la zona, según el caso.

 

En lo sucesivo, el deudor quedará automáticamente protegido frente a futuros embargos y, de igual modo, se suspenderán las ejecuciones actuales. Es aquí donde aparece la figura del mediador concursal, que será designado por el Notario o Registrador Mercantil a través de una bolsa oficial y que será el encargado de convocar a los acreedores y hacerles llegar una propuesta razonable de pago (acuerdo extrajudicial de pagos ), que podrá contemplar un aplazamiento máximo de 10 años y un finiquito sin límite. Haber cumplido con detalle todos los requisitos personales y de documentación exigidos por la LSO, haber propuesto un sistema de pago viable -a menudo se proponen finiquitos tan altos que la deuda queda reducida a mínimos ya liquidar en muchos años-, y, sobre todo, ser un “deudor de buena fe” en base a las exigencias de la propia LSO, comportará que, si no se adopta este acuerdo -como sucede en el 99% de los casos-, se presente de forma consecutiva un concurso de acreedores especial y reducido en lo que, a cambio de liquidar los bienes propiedad del deudor -a menudo sobre-hipotecados o de escaso valor- se le concederá el beneficio de exoneración del pasivo insatisfecho (BEPI), es decir, se le perdonarán de por vida todos los deudas, salvo los públicos (a menudo Seguridad Social y Hacienda), a menos que durante los siguientes cinco años se venga a mejor fortuna.

 

Afortunadamente, y gracias a esta ley ya existe una solución y la esperanza de una nueva vida para miles y miles de personas, empresarios y familias. De hecho, es una herramienta que, ya de inicio, supone la interrupción de cualquier ejecución judicial o embargo por parte de los acreedores hasta que finalice todo el procedimiento a la vez que congela los intereses que se vayan generando. Por otra parte, permite estar protegido pese a estar en situación de impago frente a los acreedores y rehacer, provisionalmente, hasta la decisión que ponga fin al proceso, la situación económica familiar.

 

En definitiva, de mi experiencia profesional en el tema creo que es una herramienta fantástica que, cuando se cumplen los requisitos establecidos, me ha permitido asesorar y acompañar a personas, familias y empresarios que han estado sufriendo -y mucho- durante años y años y conseguir que rehagan sus vidas. Si es su caso, no lo dude. Asesórese. Podría ser su oportunidad. ¡Aprovéchala!

transparencia

Se dice que algo es transparente cuando éste permite pasar la luz. Así pues, si partimos de que la luz es la base de la vida convendremos todos que la transparencia es una calidad o virtud esencial, un valor a mantener ya la vez difundir.

 

Permitir que la realidad se muestre ante todo el mundo tal y como es un deber al que todos venimos obligados. De hecho, sólo cuando se dispone de toda la información uno es realmente libre, libre para poder decidir en cada momento e incluso libre de optar por no conocerla si realmente esto es lo que más le conviene. Desgraciadamente, para mantener las situaciones de poder, para ocultar negligencias, por inseguridad o simplemente por miedo, suele ser bastante habitual que predomine la opacidad -la oscuridad- frente a la transparencia -la luz- y que a las personas, a los ciudadanos, a los pacientes, a los socios, a los usuarios o clientes se nos haga llegar tan sólo parte de la información o bien nos llegue distorsionada, siguiendo los intereses de quien conoce la realidad de las cosas.

 

Sin embargo, cada vez más, y gracias a las redes sociales ya la nueva sociedad de la información, la ciudadanía está ganando en libertad como consecuencia de la circulación rápida y masiva de la información, que antes no tenía vías de libre difusión o que , incluso, era altamente secreta, como es el caso de Wikileaks o las filtraciones del agente de la CIA Edward Snowden. Ahora bien, a pesar de que indudablemente es un avance altamente positivo, hay que mantener en todo momento espíritu crítico y ser consciente de que no toda la información que nos llega es veraz, por lo que en todo momento es necesario evaluar las fuentes y su credibilidad antes de darla por buena.

 

En consecuencia, para cumplir con este derecho y, al mismo tiempo, anhelo de información debemos empezar por nosotros mismos en todo lo que esté en nuestras manos, como es el caso de nuestras profesiones y predicar con el ejemplo. Es por ello, que en mi caso he querido prevalecer este valor por encima de otros en el ejercicio de la abogacía, haciendo partícipes a los clientes de toda la información relativa al asunto o problemática que les afecta, principalmente en lo relativo a mi intervención profesional, a los documentos emitidos, negociaciones con terceros así como a la confección y justificación de honorarios. De hecho, la experiencia de muchos años y del día a día demuestra que sólo cuando los clientes tienen la libertad de conocer y valorar el trabajo realizado se puede generar una espiral de confianza mutua, circunstancia que aporta tranquilidad y, al final del proceso, agradecimiento.

claridad

Me refiero a la claridad no en cuanto a la sensación de iluminación de un objeto, sino a la capacidad de discernir o percibir distintamente que tenemos las personas. Esta capacidad es la que nos hace avanzar, decidir, evolucionar, crecer en definitiva.

 

Este concepto vital, al igual que otros de los que os he venido hablado, como es el caso de la Transparencia, también viene relacionado con la luz, la luz con esencia de la libertad y la toma de decisiones tanto personales como profesionales. De hecho, no es casualidad que cuando se habla de claridad de ideas también se relacione con otros términos vinculados a la luz, como es el caso de la lucidez, focalizar nuestros pensamientos e intenciones o, en términos más trascendentales, cuando hablamos de seres iluminados, como ejemplo máximo de la claridad en el sentido de encontrar la esencia de todo ello y alcanzar un estado mental que nos lo haga ver todo de forma cristalina y diáfana, sin puntos oscuros.

 

En contraposición a la claridad encontramos la oscuridad y todos sus matices y es entonces cuando nos detenemos, dudamos y nos estancamos porque no lo vemos claro, lo vemos negro o simplemente no lo vemos. Es por eso que si queremos tener las cosas claras y realmente salir adelante en nuestras vidas debemos ser conscientes de que no debemos desesperar cuando todo nos parezca oscuro, porque la luz siempre está ahí, a pesar de que no la podamos ver en este momento. De hecho, cuando hace un día triste y negro, nublado, el Sol luce con idéntica fuerza que el día más soleado, basta con saber que está sobre estas nubes que no nos dejan ver, pero está, al igual que cuando es de noche el Sol sigue iluminando en otros lugares y es cuestión de horas que también vuelva a iluminarnos a nosotros. Y, por los casos que no podamos esperar a que la luz llegue a nosotros, es entonces cuando es necesario contar con la ayuda de alguien que disponga de las herramientas adecuadas para proporcionarnos esa iluminación que precisamos.

Así pues, cada uno debe buscar en su interior o con la ayuda de otros el momento y las circunstancias para ir iluminando los puntos oscuros que no le permiten ver claro y así poder focalizarse en la toma de decisiones y no detenerse.

 

Una vez alcanzada la Claridad de que todos necesitamos los miedos que nos ahogan se desvanecerán y podremos avanzar en libertad en nuestro camino con decisión y todo el convencimiento.

Es por todo esto que la satisfacción me invade cada vez que mi ayuda sirve para dar luz a las dudas y oscuridades de quienes acuden a mí, como si de un faro se tratara, y acaban encontrando la tranquilidad para enfrentar a las suyas miedos y inquietudes y la claridad para seguir adelante en sus vidas y proyectos.

tributos

El Diccionario de la RAE define, entre otras acepciones, el término tributo como “lo que se hace o se da para cumplir un deber o una obligación moral”. En ese sentido, he observado que estamos rodeados de tributos. Por un lado, en el ámbito de la cultura últimamente han proliferado tributos, principalmente musicales, a todo tipo de bandas, sobre todo aquellas que tuvieron éxito y llegaron a ser fenómeno de masas. Paseas por la ciudad y la encuentras embadurnada de carteles anunciando actuaciones de grupos que se dedican a interpretar única y exclusivamente canciones de estos músicos que bien se retiraron, bien nos dejaron o siguen en activo.

 

En algunos casos, incluso, se atreven a imitarlos en la estética y la escenografía, produciendo un efecto de espejismo a sus espectadores haciéndoles oír o, al menos, intentándolo que están frente a los auténticos artistas. Lo mismo sucede en el ámbito del teatro o del cine, en los que, para asegurar el retorno económico de los productores -que no dejan de ser empresas guiadas por un legítimo ánimo de lucro- predominan los remakes de obras clásicas, las segundas, terceras y cuartas partes de películas exitosas o bien la copia literal de una obra dramatúrgica cuyos ingresos por taquilla se tienen por asegurados en base a un éxito internacional reconocido, como es el caso de los musicales.

 

Todo ello es bastante conmovedor a la vez que triste, pues no es más que un reflejo de hacia dónde está yendo nuestra sociedad, primando el consumo de servicios culturales cuya oferta únicamente proviene del rendimiento económico previsto por quien los programa, marginando , de este modo, otras opciones más arriesgadas y frescas, arrinconando a jóvenes creadores e intérpretes (músicos, actores, cineastas, dramaturgos…) y, en consecuencia, mercantilizando un sector que debería estar al margen de intereses económicos. Es por ello que esta deriva, desgraciadamente, está hiriendo de muerte al mundo de la cultura y, especialmente, a los verdaderos artistas, no a los meros intérpretes, sino a los creadores, aquéllos que generan cultura mediante la creación artística sin más.

 

Con todo esto nos encontramos con una grave paradoja, pues, estando rodeados de tributos, que como hemos dicho se supone que deberían ser lo que se hace o se da para cumplir un deber o una obligación moral, se está produciendo el efecto por el contrario, es decir, incumplir con este deber de proteger y potenciar la creación artística en todos sus ámbitos.

 

Así pues, reflexionamos sobre ella y tomamos, por favor, conciencia de cuáles son nuestras decisiones a la hora de consumir cultura y qué escenario de futuro queremos tener, bien un exclusivamente mainstream e impuesto para un consumo masivo y generador de ingresos millonarios prescindiendo de su valor artístico, o bien uno que combine esta primera opción con un panorama artístico sincero, fresco, innovador, creativo y que, además, sustente y promocione a todos los artistas por igual, grandes y pequeños, y dignifique las sus trabajos. No olvidemos que el arte y, en definitiva, la cultura son la esencia de lo que nos hace humanos. Es lo que nos transporta y nos hace sentir. No lo dejemos perder, entonces, y que quede en manos de criterios económicos.

tiempos confusos

Vivimos tiempos confusos. La gente, gracias a la sociedad de la información ya las redes sociales, está cada vez más interconectada y recibe más "inputs" en relación a cualquier cosa que pueda ocurrir en todo el mundo, a menudo, incluso, en tiempo real. Esta circunstancia, que a simple vista debería parecernos claramente positiva e indudablemente enriquecedora, se está viendo perjudicada por, precisamente, el exceso de información, pues se ha hecho evidente que ya se ha llegado al punto en el qué discernir entre información y realidad muchas veces resulta casi imposible.

 

Por otra parte, se está perdiendo el espíritu crítico, el análisis e incluso la voluntad de contrastar. Todo sucede rápidamente y no hay tiempo para filtrar ni valorar lo que es verdad y que no lo es. Damos por bueno lo que nos interesa creer, ya sea en positivo como en sentido contrario, cuando corren noticias que nos atemorizan. La post-verdad se está expandiendo y la usan a conciencia tanto los Estados, políticos, empresarios, grupos de poder así como cualquier colectivo que pretende influir sobre la población y generar una realidad alterada. Del mismo modo, se usan de forma indiscriminada las redes sociales para generar estados de opinión y debates mediante sistemas informáticos que generan lo que se conoce como “bots” y que lo que consiguen es acabar creando confusión, con lo que llegan a poner en entredicho hechos que sí son reales y noticias veraces.

 

Lo cierto es que detrás de esto resulta obvio que, a pesar de difusa, hay muchísimos intereses, principalmente de aquellos grupos de poder que no se pueden permitir que la ciudadanía pueda llegar a estar realmente informada y bien conectada para conocer que se está cocinando en las altas esferas. La información es poder y hasta hace poco parecía que el pueblo estaba en situación de poder acceder libremente, sin obstáculos y a corto plazo, pero desgraciadamente no nos lo pondrán fácil, ya que se corre el serio riesgo de que se hagan caer muchas estructuras si salieran a la luz cómo funcionan realmente, de espaldas a la población, los gobiernos, las grandes corporaciones o muchas multinacionales.

 

Todo ello es muy revelador a la vez que me entristece profundamente porque se ha perdido, al menos de momento, una batalla que podría ser clave en el devenir de los derechos de los ciudadanos frente a los poderes económicos y políticos de cara al futuro. Sin embargo, y siendo positivos, siempre nos quedará el espíritu crítico, el análisis y la paciencia que últimamente hemos ido perdiendo y, una vez recuperados, podemos encontrar y acceder a canales de información veraz y contrastarlos con otros que no están adulterados, por lo que les invito a salir de sus espacios de confort y nutrirse de información mediante otros canales alternativos y libres de intereses.

tranquilidad

Tranquilidad. Vivir tranquilos. Suena bien, ¿verdad? A menudo cuando nos preguntamos qué es lo que queremos, de entrada, nos dejamos llevar por respuestas típicas y socialmente extendidas, como salud, dinero y amor, por ejemplo. Otras, se conforman con una de las tres cosas, a menudo cuando creen que las otras ya las tienen o bien que algo llevará a las demás o ayudará a mantenerlas.

 

Todo ello es bastante más complejo a la vez que simple. Por una parte, todo está conectado en la vida y no tenemos compartimentos estancos. Nuestra salud nos afecta a todos los niveles, entre ellos el emocional, vinculado al amor, o al rendimiento profesional, vinculado a la prosperidad. Del mismo modo, el amor nos hace ser más productivos ya nivel fisiológico nos mantiene más dinámicos a la vez que estables, fortaleciendo o, al menos respetando, por tanto, nuestro estado de salud. Y, en cuanto al dinero, pues a menudo, desgraciadamente no siempre, puede ayudar a mejorar nuestra salud, invirtiéndolos en bienestar, tratamientos o mejor asistencia médica o sanitaria y, por otra parte, a pesar de engañosa, muchos tienen la creencia de que también ayuda en el amor. En este sentido, no es propiamente cierta esta creencia, si bien puede sostenerse por el hecho de que con un lado se puede hacer frente a liquidar problemas que afectan a las relaciones personales o por otro se puede acceder a bienes de consumo oa actividades lúdicas o de placer que pueden hacer aflorar emociones o generar estados anímicos que ayudan a encontrar o reavivar relaciones de pareja.

 

Ahora bien, por encima de salud, dinero y amor está la tranquilidad, el bien preciado de encontrarse simplemente bien, a gusto, en paz. La ausencia de problemas, y más en los días que corren, no tiene precio, pues en un estado real de tranquilidad permanente es donde reside la esencia de la felicidad, sin más. De hecho, la prueba es que a pesar de alguien pueda gozar de salud, dinero y amor, podría no sentirse feliz, precisamente, porque no encuentra la tranquilidad. Y, por el contrario, hay personas que se sienten llenas y felices y quizás no disfrutan de dinero, salud o amor.

 

Por eso estoy tan orgulloso de ser abogado y de poder ayudar, en cierta medida y desde la humildad, a que personas encuentren la tranquilidad que necesitan. Ser consciente de que, detrás de la problemática que te lleva un cliente a tu despacho está su necesidad de no sufrir y traspasarte a ti la preocupación es la clave para saber gestionar su conflicto a nivel humano, independientemente del tratamiento jurídico , legal o económico que se le debe prestar. En esencia soy, pues, vendedor de tranquilidad, el producto más venerado y buscado, si bien esto tiene un precio y no es otro que asumir el problema del cliente como propio, soportar personalmente su presión y saber gestionarlo para que no te afecte. Sin embargo, la satisfacción de estar ayudante es tal que desvanece el peso de la responsabilidad, transformándolo en gratitud para poder ser de utilidad para que otras personas encuentren su tranquilidad.

el abogado doctor

A menudo llegan clientes al despacho en una situación de urgencia extrema en la que la intervención del abogado debe ser inmediata. De hecho, esta circunstancia no supone nada especial y en determinados contextos es, incluso, natural, como es el caso, entra otros, de detenciones, accidentes, interposición de denuncias cuando acaba de ser víctima o perjudicado , notificación de demandas o sanciones.

 

Ahora bien, desgraciadamente, en muchas de estas ocasiones, y en otras también, el cliente acude al abogado después de meses o años desde que se originaron los hechos que acabaron degenerando en conflicto y cuándo ya las medidas a adoptar son escasas y, en determinados casos, tan sólo paliativas.

 

Es en estos casos cuando trato de pedagogía y hago la analogía entre abogados y médicos. Cuento los clientes que acaban de entrar en el servicio de emergencias médicas y han sido derivados directamente a la UCI, que las próximas intervenciones serán determinantes y que están en estado crítico. Y es entonces cuando les hago ver que deberían haber acudido a un abogado mucho tiempo atrás, pues los abogados no somos tan sólo apaga-fuegos, sino que también tenemos una importante función a nivel preventivo. Les transmito que, si hubieran obtenido el asesoramiento y consejo de un profesional del Derecho en un momento anterior muy probablemente los hechos no les habrían llevado a la situación crítica donde se encuentran, pues las circunstancias les habrían sido más beneficiosas y, de una u otra forma, sus intereses se encontrarían más y mejor protegidos.

 

En este sentido, el mejor asesoramiento y el más barato que puede realizar un abogado es el mismo que suele dar un médico de cabecera cuando te recomienda vitaminas o te proporciona consejos saludables; cuando te prescribe medicamentos para evitar infecciones, detener o aminorar sufrimientos que nos merman la calidad de vida; cuando te deriva a un especialista por analizar a fondo unos síntomas o cuando te exige que te sometas a pruebas médicas o analíticas para averiguar que puede estar causando unas molestias o dolores.

 

En una primera fase, cuando el percance, problema o conflicto que sufre el cliente todavía es razonable o está pendiente de identificarse, nosotros los abogados hacemos exactamente lo mismo que los médicos de cabecera y, de hecho, una sociedad más consciente de la trascendencia jurídica de multitud de actos que llevamos a cabo cada día es aquella que, al igual que hacemos con nuestra salud, actúa preventivamente y se deja asesorar también a nivel jurídico, evitando, así, la generación de conflictos que, a menudo, se convierten en litigios, problemas económicos, familiares, laborales o patrimoniales sin solución.

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