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impresentables

Últimamente me da la sensación de que vivimos inmersos, cada vez más, en una sociedad llena de impresentables, de gente que, lejos de sentir cierta vergüenza o pudor por sus condenables actos hacen el gesto de negar la evidencia o, en el peor de los casos, justificarse bajo penosos pretextos o atacar con nuevas mentiras.

Para empezar, en el mundo de la política son numerosos los casos, no de ahora, sino de siempre, en los que se ha prevaricado, ha habido sobornos o malversado capitales públicos y durante años, a pesar de ser notorio y permanecer instruyendo procedimientos penales en su contra, se ha intentado ocultar o, directamente, se ha negado lo evidente y se ha ganado tiempo para ganar las siguientes elecciones y encontrar una escapatoria legal. Los más privilegiados, sobre todo jefes de gobierno de países más o menos “civilizados”, han llegado incluso a modificar las leyes para obtener total impunidad por sus actos. Éste sería el extremo.

 

Pero, aunque este ámbito sea el que más rechazo nos provoque, este perfil se encuentra a diario y en todas partes, esto es lo que me indigna. Lo podemos sufrir en el puesto de trabajo con el que siempre llega tarde, escapa a media mañana y se inventa bajas laborales que no lo son; a tu grupo de amigos con aquél que siempre deja a deber dinero y cada día llega tarde; dentro del vecindario con aquél que todo lo protesta pero no paga las derramas; conduciendo por la carretera cuando te hace luces un coche con exceso de velocidad y te pone en peligro o, incluso, caminando por la calle cuando alguien tira un papel o un chicle al suelo sin remordimiento a pesar de tener una papelera a escasos metros. Pero durante esta semana pasada ha habido dos casos que han sido objeto de permanente condena y que, pese a su gravedad -uno más que otro-, se han comentado con una sonrisa en boca para contener sus disculpas tonos ciertamente cómics. Me refiero al inefable Capitán Schettino del crucero Costa Concordia y al torpe Pepe, el perro de presa del Real Madrid de otro impresentable, Xosé Mourinho.

 

Solo pido algo a todos estos impresentables, desde Berlusconi a Mourinho, pasando por Carlos Fabra y por mis más que ruidosos vecinos del edificio de al lado, por favor, un poco de decencia, un pelito de vergüenza, un toque de educación y unas gotas de dignidad. O, como diría aquél: “¡Un poquito de porfavor!”.

Justicia

¿Qué es la Justicia? ¿Realmente lo sabe alguien? De entrada, podríamos definirla como la concepción que cada época y civilización tiene sobre el sentido de sus normas jurídicas, un valor determinado por la propia sociedad y que nace de la necesidad de mantener la armonía entre sus integrantes. Ahora bien, este consenso al que llega cada sociedad para determinar que es para la mayoría justo o injusto y merece ser regulado en uno u otro sentido depende de muchos factores (culturales, políticos, religiosos, económicos, etc.) y que, a además, varían en cada momento de la historia. En este sentido, actualmente estamos viviendo un momento socialmente trascendental que supone un punto de inflexión en la historia contemporánea, dado, principalmente, que estamos viendo tambalear las bases del sistema capitalista, y es ahora cuando también se están moviendo algunas de las bases que sostienen los valores que han fundamentado nuestro concepto de Justicia.

 

De hecho, la crisis del sistema está afectando por doquier y esto ha supuesto el replanteamiento de muchas situaciones que hasta ahora en cierto modo se toleraban por el simple hecho de que todo iba aparentemente bien. Sin embargo, desde la perspectiva de que una gran mayoría ha visto perdida parte de su calidad de vida ahora todo se siente a flor de piel y los pocos derechos que nos quedan les reivindicamos con mayor fuerza que nunca. Esta reclamación y la sensibilización social que ha supuesto constatar que la ciudadanía se encuentra al límite de sus posibilidades está comportando indefectiblemente la aparición de determinados movimientos en el ámbito de la Justicia para adecuarse a la realidad social actual, aunque aún queda mucho camino por recorrer.

 

Al respecto, las últimas modificaciones en cuestiones que afectan a uno de los principales aspectos vitales de los ciudadanos, como son las hipotecas y otros productos financieros (nulidad cláusulas suelo, preferentes, intereses usurarios, etc.) hacen evidente que la Justicia está viva y s adapta a la realidad social tarde o temprano, si bien desgraciadamente casi siempre tarde. Esperamos que no demasiado. Por eso, como profesional de la abogacía, les invito a no quedarse de brazos cruzados, confiar en la Justicia -en mayúsculas- y reivindicar sus derechos. Si no lo hacemos así, corremos el riesgo de perderlos.

carpe diem

Carpe diem es una locución latina ideada por el poeta romano Horacio y difundida de forma masiva para el gran público en la película El Club de los poetas muertos que literalmente significa "aprovecha el día", es decir, aprovecha el momento, no lo malgastes . Otras traducciones menos literales podrían ser "Aprovecha el día y no confíes en el mañana", "No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy" o "vive cada momento de tu vida como si se tratara del último". 'entrada, de una interpretación fugaz del concepto podría entenderse que este principio vital incentiva actitudes poco responsables o de cierta falta de conciencia en la persona, sin embargo no era esa su razón de ser en un origen, en tiempos de verdaderas penurias y una alta mortalidad, sino aprovechar el poco tiempo que te proporcionaba la vida o, al menos, una corta juventud.

 

Una vez llegada la época contemporánea y el notable aumento en la esperanza de vida suele traducirse como la actitud de vivir intensamente cada instante, de afrontar la vida con optimismo y alegría, pues ante los continuos disgustos que ésta te va deparando en su camino sólo esta actitud te permitirá vivirla en lugar de sufrirla.

 

Otras acepciones más particulares que han tenido eco han podido ser la famosa frase popularizada por el malogrado James Dean “Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver”, quien la siguió al precio de la letra, al igual que lo hizo su discípulo y sucesor River Phoenix, o la apasionada letra del mítico Bésame mucho, compuesta por la mexicana Consuelito Velázquez a una edad muy tierna y sin haber besado nunca antes a nadie, cuando dice “...como si fuera ésta noche la última vez”. Sin embargo, yo me quedo con la versión que ofrece Eckhart Tolle a su best-seller El Poder del Ara en el sentido de poder alcanzar la conciencia de uno mismo y no dejarnos llevar por los pensamientos negativos que siempre rondan por nuestra cabeza , ya sean experiencias pasadas de mal recuerdo o augurios de un futuro desolador. Sólo así seremos realmente libres de vivir, con mayúsculas, y disfrutar de ese mismo momento, prescindiendo de prejuicios, expectativas, rencores y, sobre todo, miedos.

a robar carteras

El hombre, desde tiempos inmemoriales, cuando no era ni hombre, sino un homínido, para sobrevivir debía esforzarse cada día, incluso jugándose la vida. Había, ante todo, luchar contra los elementos para no irse al otro barrio y, por otra parte, buscar alimento para pasar un día más entre el mundo de los vivos.

 

Con el paso, no de los años, sino de las eras, el homo sapiens actual sigue, de una u otra manera, anclado en la misma situación, si bien los avances obtenidos a lo largo de miles de años nos han posibilitado no sufrir a diario para irnos al otro barrio y dedicarnos a vivir la vida como buenamente se puede. Sin embargo, lo que ningún avance científico ni social ha conseguido es librarnos de la obligación de trabajar, de sudar para obtener el alimento que nos sustenta y, a poder ser, algo más para poder disfrutar de algún que otro placer .

 

De la misma manera, la obligación de obtener ingresos como medio de subsistencia cada vez más no se ha limitado al hecho de cubrir las necesidades más esenciales de la persona sino también de otras necesidades que nos han sido impuestas o que nosotros nos hemos dejado imponer, como son los bienes de consumo, culpables, además, de entrar en el juego de la financiación externa, es decir, obtener dinero de otros que después los devolveremos para disfrutarlos ahora. Ahora bien, esta maldición que parece no tener fin y que va a peor no la sufre todo el mundo y me refiero a todos aquellos que han estado utilizando todos los mecanismos que nuestra sociedad les ha puesto al alcance para no trabajar y al mismo tiempo enriquecerse. sí, aquéllos que partiendo de una situación de privilegio social, económica o política han llevado a cabo prácticas ilegales o, al menos irregulares, para enriquecerse a costa de todos los contribuyentes sin ningún tipo de miramientos ni vergüenza.

 

Son éstos los que deberían sufrir la situación actual de crisis económica en sus carnes y, sin embargo, asistimos asombrados al espectáculo diario de sus escapatorias legales y judiciales y nos deprimimos telediarios tras telediarios constatando que el Sistema está hecho para ellos y no para los que, respetando a nuestros ancestros, seguimos trabajando cada día para salir adelante.

sentidos

Siempre se ha dicho que los seres humanos disfrutamos de cinco sentidos: la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto. Lamentablemente, hay gente que por causa de nacimiento, accidentes u otras circunstancias sobrevenidas han perdido alguno y, sin embargo, sacan adelante con sus vidas y muchos de ellos, incluso, suplen dignamente esta carencia potenciando a los demás de los que todavía disponen.

 

Ahora bien, estos cinco sentidos podríamos calificarlos de meramente biológicos, por decirlo de algún modo, pero una vez nuestra especie se adaptó al medio y ha ido evolucionando tanto a nivel tecnológico como social otros sentidos se han convertido también en imprescindibles para nuestra supervivencia, quizás no en el sentido más trascendental de la palabra, como pueden ser el sentido común, el sentido del humor o el sentido del ridículo.

 

De una u otra forma, estos otros sentidos cada día toman más fuerza y ​​considero que son más esenciales para desarrollarnos como personas y relacionarnos con los demás en condiciones óptimas, si bien, desgraciadamente, en los últimos tiempos muchos de los nuestros congéneres parece que les están perdiendo y esto está afectando a la calidad de las relaciones interpersonales, sociales e incluso geopolíticas. Además, estos sentidos tienen la calidad de no ser exclusivamente atribuibles a las personas, sino también a las instituciones, empresas, organismos, estados, religiones, comunidades de vecinos, clubes deportivos, etc., que también han ido perdiendo el sentido común en la toma de decisiones y en su comportamiento, como se empeñan en demostrar a diario, y han llegado a hacer el ridículo, sin saberlo, en multitud de ámbitos con las consecuencias que todos conocemos.

 

En el mismo sentido, otras cualidades que comporta tener sentido del humor, sentido común o sentido del ridículo son la inteligencia o la autoestima, dos valores que se han menospreciado durante mucho tiempo en detrimento de los ligados al especulación o en la inderogable Ley del mínimo esfuerzo. Por eso es necesario reivindicar en momentos de decadencia el renacimiento de estos sentidos y cualidades tan desperdiciadas y premiar, por otra parte, principios tan básicos como el esfuerzo, el mérito, el talento, el respeto, la solidaridad, el diálogo y, sobre todo, sobre todo, mucho sentido del humor, que es lo que, en definitiva, nos mantiene vivos y lo único que nos diferencia del resto de animales.

la victoria de julia

Julia Victoria es su nombre, así fue bautizada, pero quienes lo amamos y tuvimos el inmenso privilegio de disfrutar de ella le decíamos de muchas maneras: Julia, unos con la j pronunciada en castellano y otros en catalán ; por los que la conocían de pequeña de la calle Cós del Bou todavía era Julita; por sus hijos madre, nunca mamá, pero, a veces y sobre todo en el trabajo, también Julia; sus cuatro nietos abuela, y sus sobrinos, como es mi caso, tía o Juli.

 

Julia siempre fue muy querida y por todos y éste es el mejor recuerdo que nos quedará y fue así por su gran amor por la gente y por todo lo que hacía. Tenía un talante que enganchaba, encantador. Risa, amable, abierta y siempre elegante, ya fuera en una cena de gala como en la cocina. Era muy trabajadora, ya muy pequeña. De hecho hay fotos en las que se la ve barriendo la peluquería que sus hermanas tenían en el piso donde las tres nacieron, se criaron y vivieron hasta que se casaron. Allí fue donde adoptó los valores que le acompañaron toda la vida así como el carácter Abad, que no es otro que una alta autoestima, fortaleza, temperamento, una buena administración del dinero y cuidar el suyo por encima de todas las cosas. Además, era una mujer todoterreno, pues hacía y servía para todo lo que se propusiera y estuviera en sus manos. En un mismo día era capaz de tener a los nietos durmiendo en casa y llevarlos al colegio, dejar por la mañana preparada una cena para más de diez personas, ir a ponerse en forma en el gimnasio de turno, llevar un despacho de abogados, ir a ver a su padre Juanín a la residencia, hacer tareas por el partido en el que se pasó casi media vida, ir de compras lo que hiciera falta, asear la casa, y recibir, ya por la noche, a sus huéspedes , que se pueden contar por cientos a lo largo de los años.

 

Ahora, quizás no la vemos, pero sigue siendo entre nosotros, sin duda. Su huella ha sido muy profunda en todos y sólo podemos recordar cosas buenas. Por otra parte, tuvo el privilegio de vivir y gozar en una sola vida lo que la mayoría de nosotros no podremos hacer en varias. Estas experiencias vividas y todo el amor que ha dejado tras de sí son la gran victoria de Julia.

 

PD: Tía, donde quiera que estés, y como no pude despedirme de ti, espero estés leyendo esta carta y te sientas tan orgullosa de mí como yo de ti.

quo vadis tarragona

Desde siempre, los tarraconenses de toda la vida nos hemos creído lo que se nos decía desde fuera, es decir, que éramos la California del Mediterráneo; que teníamos una envidiable calidad de vida, una pequeña gran ciudad hecha a medida de las personas a las que podías ir andando por todas partes; bien comunicada por tierra, mar y aire; una ciudad con historia, patrimonio y cultura; un microclima único y con unas playas de ensueño.

 

De hecho, durante unos años dorados no tan lejanos todo parecía presagiar que todas esas florecillas que nos venían de fuera quizás eran verdad y que, realmente, éramos unos privilegiados y no valorábamos lo que teníamos. La ciudad primero recuperó su luz, tanto lumínica como de espíritu; se recuperó la Part Alta; el Puerto creció alcanzando un altísimo nivel; las fiestas populares revolucionaron la ciudad y la autoestima del tarraconense; urbanísticamente aparecieron nuevos barrios residenciales y se reordenó otros; el Serrallo se lavó la cara convirtiéndose en un destino alternativo, más allá de su atractivo gastronómico; abundaban los festivales culturales, los bares musicales, salas de fiesta, los conciertos y las películas (en versión original y en cines convencionales) y la Rambla era un lugar digno en el que pasear.

 

Más tarde, se pasó de los hechos a las palabras, a la inversa de lo que debería ser, y se vivió muchos años de futuras expectativas, todas ellas truncadas. Fue la época de los inicios del POUM, hostigado y desgraciadamente recortado; de proyectos de fachada marítima frustrados; de candidaturas a Juegos del Mediterráneo, capitalidades de la Cultura (!?), de megacomplejos deportivos y un nuevo estadio para el Nàstic, de parkings futuristas, costosísimos mercados, del fantasma del IKEA, de una Tabacalera infrautilizada, etc.

 

Ahora la juventud, vuelve a marcharse de fiesta fuera de la ciudad, como hace veinte años atrás; la Rambla se ha vendido a los tenderos, los churreros y los skaters; cierran los pocos cines y salas de conciertos que nos quedaban; se suspenden los cuatro festivales que de verdad hacían ilusión a los ciudadanos amantes de la cultura; el Nàstic posiblemente vuelva a vivir su época más gris, después de años de alegrías; la suciedad y las palomas siguen proliferando; los comerciantes de la zona del mercado quizás no aguanten hasta que se acaben las obras y vean morir sus negocios antes de poder disfrutar del proyecto que les ha condenado y los del centro no saben si los clientes que ya no tienen están en casa sufriendo la crisis o en El Corte Inglés.

 

Vergüenza, esto es lo que siento, y mucha pena, pena de pensar lo que podríamos haber llegado a ser en pocos años y de lo que no seremos en mucho tiempo; rabia por los intereses partidistas que en su día antepusieron al boicot a aprobar grandes proyectos y tristeza por haber dejado pasar la oportunidad cuando ciudad, nación y estado tenían un mismo color político y se podrían haber alcanzado grandes hitos que se han perdido en el olvido. Me duele reconocerlo, pero a veces me gustaría que los tarraconenses tuviéramos el patriotismo, el orgullo, la traza y la unión que tienen en Reus. Quizás es que, al tener el mar y la playa cerca, nos ha hecho más románticos y desprendidos. ¡Será esto!

qué quiere el cliente

Soy abogado y al mismo tiempo soy persona. Trato todos los días con personas, personas que tienen problemas. Mi trabajo, por un lado, es tanto solucionar estos problemas como hacerme cargo y librar a los Clientes durante todo el proceso del peso y dolores de cabeza que les vienen ocasionando. De hecho, uno de los puntos clave y más importantes es transmitir al Cliente que desde que me hace partícipe de su preocupación y me encarga que lo defienda y/o asesore él ya puede dormir tranquilo, pues todo estará bajo control.

 

Esta tarea, por otra parte, tiene una parte jurídica y de conocimientos legales que debes saber comunicar y hacer comprensibles al Cliente, -que no sólo quiere que le ayudes sino que también tiene el derecho a saber cómo lo harás y en base a qué- cómo psicológica. Esta segunda parte, en ocasiones tan o más importante que la anterior, es la que libera de tensiones a la persona que te ha venido a pedir ayuda y requiere una serie de habilidades y recursos personales que se tienen y otras que se van adquiriendo por experiencia.

 

Un hecho a tener muy en cuenta es que, cuando nos llega un nuevo Cliente al despacho, debemos saber, ante todo, que aquella persona, antes de llegar hasta nosotros ha pasado por una serie de situaciones, a menudo bastante desagradables , y que necesita, en primer lugar, Comprensión. En segundo lugar, aquella persona está deseando que le transmitas Confianza, un valor fundamental en el ejercicio de la profesión y sin el que no se puede ayudar al Cliente. Posteriormente, es conveniente ser resolutivo poniendo todas las herramientas y conocimientos de los que dispones para conseguir el objetivo marcado y que aliviará definitivamente el sufrimiento del Cliente, si bien en este proceso y para mantener la Confianza es necesario ser Transparente e ir informando al Cliente de los pasos que se van dando y, si las circunstancias lo permiten, siempre que sea posible también es necesario hacerlo partícipe en la toma de decisiones, pues tenemos en sus manos sus intereses, ya sea patrimonio, familia, negocio, su libertad personal o cualquier otro. En este sentido, mi opinión es que es conveniente que el Cliente siempre cuente con una copia de la demanda o contestación, conozca los plazos de los trámites procesales que están teniendo lugar y, por supuesto, disponga de un ejemplar de la sentencia y, en su caso, del recurso. Sólo así se puede ofrecer Transparencia y Confianza y romper con la opacidad de que en determinadas profesiones liberales se cae cuando el profesional no informa puntualmente de su trabajo y la toma de decisiones a las que, precisamente, le ha venido a contratar.

 

Y, por lo demás, siempre es bienvenido y apreciado por el Cliente un trato humano y caluroso que le haga sentir seguro, tranquilo y apreciado. Y si además todo sale perfecto y ganas el caso u obtienes el objetivo que se había propuesto pues se cuadra el círculo. Sin embargo, la realidad de las cosas nos marca que no todo está siempre en nuestras manos ya veces no se alcanza el objetivo, pero lo fundamental es que lo que sí lo está debemos luchar con todas nuestras fuerzas , con positivismo, empuje, perseverancia, técnica y astucia.

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